La educación en tiempos de pandemia
Por Alejandra Brenes,
Directora Corporativa de Marketing y Comunicación en Softland.
La decisión alrededor del mundo de cerrar los centros educativos, con el fin de disminuir la propagación de la COVID-19, implicó un deterioro de la educación para cerca de 156 millones de estudiantes en América Latina, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
Después de 14 meses de convivir con la pandemia, niños, niñas y jóvenes han dejado de asistir a centros educativos debido a la llegada de la COVID-19. En América Latina y el Caribe casi todos los países han decretado cuarentena educativa y toman medidas –hasta donde sea posible- para que el curso lectivo continúe fuera de las aulas o dentro de ellas, pero con estrictas medidas de prevención.
La educación de calidad es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la iniciativa de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que está canalizada a través del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Educación de calidad, significa: garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos.
¿Ha sido posible la educación de calidad durante esta pandemia?
Según un artículo publicado por la UNESCO llamado: “Misión: Recuperar la educación en 2021” comenta que: “la pandemia de COVID-19 constituye el peor golpe a los sistemas educativos en un siglo, ya que las escuelas han estado cerradas durante más tiempo que nunca, a lo que se ha unido la peor recesión de los últimos decenios. Más de 1 600 millones de niños han perdido horas lectivas durante muchos meses, incluso durante la mayor parte del año pasado, y muchos niños todavía no han vuelto a la escuela. Según las previsiones, el cierre de escuelas y las perturbaciones que ello ha provocado en la participación y el aprendizaje generarán pérdidas por valor de unos 10 billones de dólares en lo que respecta a los ingresos futuros de los niños afectados”, agregó.
“Mamá, mamá… necesito el teléfono celular (móvil) para hacer la tarea”
Gabriela Anielca, es una joven mamá de origen nicaragüense con dos hijos: Sebastián de 9 e Ismael de 5 años, quien comparte su teléfono con ellos, incluso ha salido a trabajar sin su móvil para que sus hijos puedan hacer las tareas: “estudiar por WhatsApp y hacer todo desde el teléfono celular ha sido todo un reto”, mencionó. “Desde ahí descargamos los documentos para llevarlos a algún lugar a imprimir (cuando se puede), recibimos audios o videos con las instrucciones que deben leer y revisar, por ahí mismo, hacemos las preguntas y recibimos las respuestas a las dudas y, finalmente, debemos enviar fotos de las tareas realizadas como evidencia de que las hicieron”.
Según el informe conjunto de UNICEF y la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), titulado: “How Many Children and Young Have Internet Access at Home? (¿Cuántos niños y jóvenes tienen acceso a Internet en el hogar?), señala que en América Latina: “la falta de acceso en niños de edad escolar entre los 3 a los 17 años representa cerca de74 millones que no disponen de conexión en el hogar”. En el informe, Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF menciona que: “tantos niños y jóvenes no tengan Internet en sus hogares es más que una brecha digital: es un precipicio digital” y agregó “para decirlo sin rodeos: la falta de acceso a Internet le está costando el futuro a la próxima generación”.
El tema no es sólo la conectividad, es más allá, se trata de que los niños y jóvenes más vulnerables, no tienen siquiera una computadora, una Tablet o cualquier dispositivo que les permita acceder a la información. Estamos ante una gran disyuntiva, minimizar la propagación debido a la COVID-19, conlleva los cierres de las escuelas, y, optar por la educación no presencial para evitar el riesgo de contagio entre la población estudiantil, lo que significa para millones de niños, perder el único acceso que pueden tener a la educación.
“Un plato de comida en el comedor de la escuela es mi único alimento en el día”.
La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) advierte que la pobreza extrema en América Latina alcanzará los mayores niveles en 20 años por la crisis provocada por el COVID-19. Lo que significa que son 8 millones de personas más que en 2019.
Además de la educación, muchos de los niños dependen de la escuela para obtener sus comidas diarias. Al respecto, Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF menciona que: “no solo se están quedando sin educación, sino también sin una fuente fiable de nutrición”. Nos arriesgamos a perder a una generación entera”, aseguró el Director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA), David Beasley. “Debemos ayudar a los gobiernos a reabrir las escuelas en condiciones de seguridad y a seguir alimentando a esos niños”, agregó.
Trabajo infantil
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la UNICEF, habían declarado en el año 2018 que el trabajo infantil había disminuido notoriamente a partir del año 2000. En ese año, presentaron su informe, con miras a erradicar sustancialmente el trabajo infantil para 2025: una revisión de políticas y programas. Sin embargo, esta mejora sustancial, se ve amenazada asociada a la crisis por la pandemia. Por un lado, la pérdida de progenitores, el aumento en el desempleo y la pobreza, y el cierre de los centros educativos.
Al aumentar las responsabilidades de los niños y niñas en las tareas del hogar, así como la cantidad de menores de edad que realizan trabajos informales fuera de su vivienda, se ve latente una alta posibilidad de abandonar definitivamente sus estudios. El hambre puede más que la educación.
El género más desfavorecido
11 millones: es el número de niñas a nivel mundial que podrían no volver a la escuela debido a la interrupción de la educación provocada por la COVID-19, según el informe de la UNESCO.
Antes del inicio de la pandemia, se habían alcanzado importantes mejoras en los últimos decenios para equiparar la igualdad de género, sin embargo, el informe menciona que: “las chicas de 12 a 17 años están particularmente expuestas a abandonar la escuela en los países de ingreso bajo y mediano bajo”, dadas las circunstancias actuales. Estas adolescentes son potenciales de riesgo de embarazos adolescentes, matrimonios tempranos y forzados. Esto hace que las adolescentes inviertan la mayor cantidad de su tiempo en cuidados y trabajo reproductivo, abandonando la posibilidad de una educación, la entrada en el mercado de trabajo formal y mucho menos en la construcción de una carrera profesional.
“Para muchas niñas, la escuela es más que una llave para un futuro mejor. Es un salvavidas”, enfatizó. El informe menciona que: “el cierre de las escuelas ha provocado un aumento de las responsabilidades de cuidado infantil y en el hogar, que probablemente será más perjudicial para las chicas en algunos contextos. Un estudio sobre los alumnos de secundaria en el Ecuador durante el confinamiento mostró que los niños de ambos sexos tenían la misma probabilidad de continuar su educación por la mañana, pero más niñas se encargaban de tareas domésticas por la tarde, mientras que los niños se dedicaban a actividades de ocio”.
Por otro lado, persisten brechas de género digitales importantes en estas comunidades vulnerables. Se menciona en el estudio que solo el 15% de las mujeres frente al 28% de los hombres, tienen acceso a Internet.
En el plano mundial, solo el 6% de los desarrolladores de aplicaciones móviles y software son mujeres, lo que supone, un importante reto en búsqueda de la equidad, y de dar acceso a la tecnología cada día más a las niñas.
¿Qué podemos hacer como empresa y como persona?
De todos los informes referenciados, la mayoría coincide que cuando se interrumpe la educación en estos niveles, el impacto puede sentirse durante generaciones y la brecha digital mucho más marcada para las comunidades vulnerables con menos conectividad, con poco acceso o casi nulo a hardware y software.
Ante la pregunta ¿Qué podemos hacer como empresa y como persona? La respuesta es mucho. Además, de múltiples organizaciones a nivel mundial que contribuyen con este Objetivo de Desarrollo Sostenible, como empresa y personas somos responsables de garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje para todos.
En Softland, nos hemos puesto como reto, que la Educación de Calidad -uno de los Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) promovido dentro de las iniciativas de la Organización de Naciones Unidas (ONU)- sea parte de las acciones que como compañía desarrollamos.
Nuestro Día de la Creatividad y de Innovación, se ha convertido en un semillero de ideas de nuestros colaboradores, que presentan acciones para promover este ODS, iniciativa liderada por Oscar Sáez, CEO de Grupo Softland.
Softland en Chile, oficina del Grupo en ese país, lanzó desde el 2007, la iniciativa Softland Educa, la cual promueve la capacitación orientada a universidades, institutos superiores, liceos y colegios técnicos, en las tecnologías Softland. A la fecha ha logrado 70 convenios con instituciones educacionales y más de 5.000 alumnos capacitados. Esto permite a los alumnos potenciar su formación académica y mejorar sus posibilidades de empleabilidad futura en compañías clientes de Softland.
Como sociedad es fundamental poner nuestros esfuerzos en la atención de la educación de las niñas, niños y jóvenes en respuesta a la crisis actual. Todos deberían tener acceso a una educación de calidad, independientemente de su identidad, origen, potencial y género.
Como personas, todos podemos desempeñar un papel protagónico en el apoyo a la educación, un docente, un padre o una madre, un periodista, un ingeniero, un político o simplemente un ciudadano común preocupado. Todos podemos ser parte de programas y proponer acciones que promuevan y aseguren una #EducaciónDeCalidad.